PAZ AL VESTIR LA ARMADURA DE DIOS
Paz al vestir la armadura de Dios es posible porque ella nos protege. Debemos vestir toda la armadura para resistir al enemigo.
Los cristianos nos enfrentamos a tres enemigos día a día, ante los cuales podemos tener victoria mediante los recursos que Dios nos proveyó. Además de vencer al mundo haciendo sendas derechas para nuestros pies, vencer la inclinación hacia el mal que todos tenemos mediante el juzgar nuestros pensamientos, Dios nos da su armadura para estar firmes contra las asechanzas del diablo, según Efesios 6: 11-13:
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
1. Consideraciones previas.
1. Consideraciones previas.
1. Consideraciones previas.
1. Consideraciones previas.
1. Consideraciones previas.
1. Consideraciones previas.
A. El enemigo es real.
El mundo espiritual es real. Hay un rey, hay un reino, y hay leyes del reino. Una de esas leyes es que sólo mediante el nuevo nacimiento podemos ver y entrar en el reino de Dios. Juan 3: 3-5 nos lo dice en la conversación de nuestro Señor Jesús con Nicodemo.
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Además, cuando nacemos de nuevo, Dios nos libra de la potestad de las tinieblas, y nos traslada al reino de su amado Hijo, según Colosenses 1: 13. Entonces, para ver y entrar en el reino de los cielos es necesario nacer de nuevo, y al nacer de nuevo, Dios nos libra de la potestad de las tinieblas y nos traslada al reino de su amado Hijo.
El reino de los cielos es real, la potestad de las tinieblas es real, y Satanás es tan real también que en el relato de Job 1, los hijos de Dios se presentaron delante de Dios y entre ellos vino también Satanás. Leemos en Job 1: 7: “7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.“
Otro relato que nos habla de la realidad de nuestro enemigo se encuentra en los evangelios. Nuestro Señor Jesús había enviado a 70 discípulos a predicar de 2 en 2. Cuando ellos regresaron, dieron su informe al Señor.
17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
En Hechos 19: 11-17 tenemos otro relato.
11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, 12 de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. 13 Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. 14 Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. 15 Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. 17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.
Con estos y otros ejemplos, la Palabra del Señor nos demuestra que tenemos una lucha contra seres reales.
B. El enemigo nos asecha.
Efesios 6 nos dice que la armadura de Dios es para poder estar firmes contra las asechanzas del diablo. Él nos asecha. El apóstol Pedro nos dice en 1 Pedro 5: 8,9:
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Además, nuestro Señor Jesús le dijo a Pedro que el diablo los había pedido para zarandearlos como a trigo (Lucas 22: 31). Entonces, el enemigo es real. Es real y nos asecha. Ante esto, Dios no nos deja sin protección.
C. Dios, a través del apóstol Pablo, nos ordena vestir su armadura.
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6: 10-13)
Nuestro enemigo es real y nos asecha, pero nosotros resistimos vestidos con la armadura de Dios. Dios nos ordena vestirla para resistir. Si Dios lo vio necesario, nosotros no debemos subestimar su mandato. Además, es importante recordar que es Su armadura. Su armadura. La armadura de Dios. La armadura de Dios que él nos la pone a disposición para resistir las asechanzas del enemigo que sólo busca destruirnos.
2. Partes de la armadura de Dios.
2. Partes de la armadura de Dios.
2. Partes de la armadura de Dios.
2. Partes de la armadura de Dios.
2. Partes de la armadura de Dios.
2. Partes de la armadura de Dios.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; (Efesios 6: 14-18)
A. El yelmo de la salvación
En Isaías 59: 17 dice que Dios se vistió con yelmo de salvación en su cabeza.
Ser salvos nos hace pertenecer a Dios, no a nuestro enemigo. Al ser salvos, somos hechos sus hijos. Somos su hechura, y él nos promete múltiples veces, protegernos. Juan 10: 27-28 dice : “27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.“
Además, el Espíritu Santo es enviado a nuestro corazón, y él es la garantía de nuestra herencia. Somos sellados con él y nuestros nombres están escritos en el Libro de la vida. I Corintios 6: 19 dice: “19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Efesios 1: 13,14 nos dice:
13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
¿Qué poder podría tener Satanás contra alguien en quien vive el Espíritu Santo y que consciente de su salvación se viste el yelmo de salvación? Por otro lado, si no eres salvo, por más que invoques el vestir el yelmo de la salvación, esas palabras no te harán pertenecer a Dios y por lo tanto, estar libre del poder del enemigo. Se trata del hecho de que somos propiedad de Dios porque somos salvos, y conscientes de ello, nos vestimos el yelmo de la salvación.
B. La coraza de justicia
En el mismo pasaje de Isaías 59: 17, Dios se vistió de justicia como de coraza, y nos ofrece su coraza para vestirla para mantenernos firmes. La justicia nos protege. Pero no nuestra justicia sola.
Nuestros actos de justicia no satisfacen las demandas divinas de santidad. No alcanzan. Isaías 64: 6 nos dice que: “6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” Nuestros actos de justicia no cuentan por la condición en la que nos encontramos como seres humanos, pues todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Todos nosotros nos descarriamos como ovejas. Isaías 53: 6 dice: “6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.“
Nuestros actos justos no son suficientes, por lo que Dios tomó carne, habitó entre nosotros, fue tentado en todo, mas sin pecado, y venció al pecado en la carne. Y al morir en la cruz, cargó el pecado de todos nosotros, expiando nuestra culpa, y haciéndonos justos delante de Dios al creer en su sacrificio. Es la justicia de Cristo la que nos protege como coraza. Somos declarados justos delante de Dios al creer en su sacrificio. Romanos 3: 23-26 dice:
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Hay personas que quieren sentirse aceptados por Dios haciendo sus propios actos de justicia, pero la justicia de Dios es un don. Es por gracia. ¿Somos conscientes de ello? ¿Aceptamos nosotros la justicia de Dios como don inmerecido o nos esforzamos por hacer nuestros propios actos de justicia para sentirnos dignos de ser aceptados por él o merecedores de salvación?
Ahora bien, aquellos que han sido justificados por la justicia de Cristo, practican la justicia porque ésta procede de un corazón en el que el Espíritu de Cristo vive, y porque él vive en nosotros, nos lleva a hacer actos de justicia, pero no al revés. No hacemos actos de justicia para merecer. No. No somos merecedores.
Si aceptamos la justicia de Cristo como suficiente para ser aceptos ante el Padre, estaremos protegidos como con una coraza.
C. El cinturón de la verdad
En Juan 8: 44, nuestro Señor Jesús nos describe a nuestro enemigo como mentiroso y padre de mentira. Sin embargo, a nosotros, Dios el Padre, nos hizo nacer por la palabra de verdad. Y esta verdad vino por medio de Jesucristo. “17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1: 17). Así que la base de nuestro nacimiento en la fe, es la verdad, y ¿Qué es la verdad?
En Juan 17: 17 se nos dice que la palabra de Dios es verdad. Jesús mismo se nos presentó como la verdad. “6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14: 6). Además, es la verdad la que nos hace libres, según Juan 8: 32. Con ella somos santificados (Juan 17: 17), y a ella somos guiados por el Espíritu Santo, según Juan 16:13. Como parte de los redimidos tenemos una responsabilidad con ella, pues la iglesia es columna y baluarte de la verdad, según I Timoteo 3: 15.
Cuando nosotros nos vestimos con la verdad, estamos alineando nuestra vida con Dios, pues él es el verdadero Dios. ¿Somos nosotros sus verdaderos hijos?
D. Calzar los pies con la disposición de predicar el Evangelio de la paz.
Nuestro Señor Jesús vino para darnos paz con Dios. Dice la Escritura que justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios. Entramos en una relación de armonía con él, y él nos ha ordenado ir por todo el mundo y predicar el evangelio a todos.
La forma más efectiva de predicar el Evangelio de la paz, es teniendo una auténtica relación de paz con Dios. No se trata de argumentos memorizados, estrategias para convencer, o defensas de la fe. Todo esto es necesario, pero no más que una auténtica relación con Dios. Él, que es la vida, nos dará la oportunidad de externar esa relación espiritual con otras personas. Como Cristo vive en nosotros a través del Espíritu Santo, el compartir la fe se volverá normal porque Cristo es nuestra vida. Está en nuestros pensamientos, nuestras conversaciones, nuestros actos. Pero, ¿gozamos de una relación de paz con Dios o hay algo que debamos resolver con él? ¿Le pedimos a él la gracia necesaria para externar nuestra relación con él?
E. La espada del Espíritu
El Espíritu de Dios que vive en nosotros, es el mismo quien inspiró las Sagradas Escrituras, según 2 Pedro 1: 21, y quien nos guía a toda verdad, según Juan 16: 13.
En este pasaje de Efesios, se nos dice que Su espada es la Palabra de Dios.
Como espada, la palabra del Señor es descrita en Hebreos 4: 12: “12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Entonces, debemos tomar la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Respecto a la palabra como tal, debemos permitir que ella more en abundancia en nuestros corazones. Colosenses 3: 16 lo dice: “16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” Sin embargo, no debemos olvidar que tomamos toda la armadura de Dios para estar firmes. Eso es lo que se nos pide.
F. El escudo de la fe
Apagamos los dardos de fuego del maligno usando la fe como escudo. ¿Qué es la fe? “1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11: 1). “6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11: 6). La fe es la confianza de recibir lo prometido.
Fe es el caminar en una vida de fidelidad a Dios porque creemos que así es como Dios quiere que vivamos, y experimentar su fidelidad en nuestro diario caminar, también. ¿Cuántas veces ha sido el Señor tu refugio? ¿Cuántos milagros o intervenciones sobrenaturales ha obrado en tu favor? ¿Cuántas veces ha consolado tu corazón? ¿Cuántas veces te ha guiado, provisto, sanado, perdonado? Pues el Dios que ha hecho esto, es Dios inmutable, que no cambia, así que lo volverá a hacer.
No hay mentira del enemigo que sea más poderosa que el haber experimentado la fidelidad de Dios en tu caminar cristiano, que es el escudo de la fe con el que te proteges.
Y vestidos, con la armadura de Dios, oramos. Oramos por los santos. De forma pasiva resistimos, pero de forma activa oramos. Oramos por aquellos que igual que nosotros se enfrentan todos los días a tres enemigos: el mundo, su propia concupiscencia, y nuestro enemigo.