LA PAZ DE CRISTO

La paz de Cristo es una promesa, y tenemos una responsabilidad con ella.   

  1. La paz de Cristo como promesa.
  2. Nuestra responsabilidad con la paz de Cristo.

1. La paz de Cristo como promesa.

En el Antiguo Testamento, Dios prometió su paz para su pueblo. 

En Números 6, Dios le habló a Moisés de que pusieran su nombre sobre sus hijos para bendecirlos. Literalmente el pasaje dice:
22 Jehová habló a Moisés, diciendo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:
24 Jehová te bendiga, y te guarde;
25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
27 Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.
(Números 6: 22-27)

En Salmos, el Señor se presenta como rey para siempre, quien bendice a su pueblo con paz. “10(…) Y se sienta Jehová como rey para siempre. 11 (…) Jehová bendecirá a su pueblo con paz.” (Salmos 29: 10,11).

El profeta Isaías en el capítulo 53 nos habla de los sufrimientos del siervo de Jehová, que es una referencia profética a nuestro Señor Jesús. En el versículo 5 leemos: “5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Nuestro Señor Jesús nos ofrece su paz.
En Juan 14: 27 nos dice: “27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

La paz de Cristo es una promesa de bendición, tanto que pagó nuestro castigo para obtenerla. Si para Dios fue importante bendecirnos con su paz, ¿Por qué no habríamos de disfrutar de su paz?

2. Nuestra responsabilidad con la paz de Cristo.

Si eres cristiano, vives en santidad, y aún así sufres tormentas en tu mente, esto es para ti. El disfrutar de la paz de Cristo no es sólo un privilegio; también es cuestión de responsabilidad y fe. 

Por un lado, en Hebreos 4, el Señor nos habla de un reposo para el pueblo del Señor, respecto al cual, en el versículo 11 nos dice que procuremos entrar en ese reposo para que ninguno caiga en ejemplo de desobediencia. Procurar se relaciona con esforzarse. No es una acción pasiva. Requiere esfuerzo. ¿Cuál esfuerzo? Creer.
Hebreos 11: 6 dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Si eres cristiano, vives en santidad, y aún así sufres tormentas en tu mente, no estás solo. 

Los cristianos tenemos tres enemigos con los cuales nos enfrentamos en nuestro peregrinaje diario en esta tierra: La inclinación hacia el mal, nuestro adversario el diablo, y el mundo. 

Tenemos en nosotros una inclinación hacia el mal, que el apóstol Pablo llama “concupiscencia”, que quiere usar nuestra mente y corazón para llevarnos al mal. Santiago 1: 13-15 nos dice:
13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Ante esto, tenemos paz al disciplinarnos en juzgar nuestros pensamientos.  

Además, tenemos un adversario que es un ser real. El apóstol Pablo nos deja muy en claro en Efesios 6: 12 que tenemos lucha contra seres espirituales reales: “12  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Ante esto, debemos usar la armadura de Dios. 

Nuestro Señor nos dijo en Juan 16: 33: “33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
En Lucas 21: 34 leemos: “34 Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida (…).
Los valores de este mundo, no corresponden con los valores de Cristo. Pero no debemos salir del mundo, si no ser guardados del mal. En Juan 17: 9-18, Jesús intercede al Padre y le ruega por los que creen en él (y por los que habrían de creer por la palabra de ellos, según el versículo 20). Jesús le ruega al Padre que los guarde, para que sean uno, que tengan el gozo de Cristo cumplido en ellos, y que sean santificados por la verdad. Desde el versículo 14 leemos: 
14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
Ante un mundo con valores diferentes, debemos guardarnos del mal al hacer sendas derechas para nuestros pies, con valores que corresponden con los valores de Cristo.
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
 (I Juan 5: 4,5).

Los cristianos podemos disfrutar de la paz que ya Cristo nos dio haciendo frente a los tres enemigos que tenemos. Podemos tener paz al juzgar nuestros pensamientos, paz al usar la armadura de Dios, y paz al hacer sendas derechas para nuestros pies. 

Algunos versículos que fortalecen tu fe:

“Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.” (Salmo 103:19)

“Jehová Señor, potente salvador mío, tú pusiste a cubierto mi cabeza en el día de batalla.” (Salmo 140:7)

“El cual [el Padre] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,” (Colosenses 1: 13)

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41: 10)

“En el día que temo, yo en ti confío.” (Salmo 56:3)

Y no olvides, que Dios, tu Padre, te ama…

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8: 37-39)

La versión de la Biblia usada es la Reina Valera 1960

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