¡SENDAS DERECHAS PARA NUESTROS PIES!

Crecer en la fe es el camino para llegar a la madurez. Aunque la responsabilidad es individual, Dios nos da recursos para ello. 

13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7: 13,14). 

Jesús es el camino, la verdad, y la vida (Juan 14:6), y una vez que hemos puesto su yugo sobre nosotros, (Mateo 11:29), debemos levantar nuestras manos caídas y rodillas paralizadas, y hacer sendas derechas para nuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado (Hebreos 12: 12,13). Esto es crecer en la fe.

La conversión es la primera parte en un glorioso proceso que nos lleva a la madurez. Un proceso en el que no estamos solos. Aunque la responsabilidad de crecer en la fe es individual, Dios nos dota de recursos para ello. Por un lado, el Padre envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo (Gálatas 4:6). Por otro lado, el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende (Salmo 34:7). Además, tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacemos bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro (II Pedro 1:19). También, somos parte del cuerpo de Cristo, quien es la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios (Colosenses 2:19). Y todo esto porque el que comenzó la buena obra en nosotros, la perfeccionará hasta el día de su manifestación (Filipenses 1:6), y él es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría (Judas 24).

Crecer en la fe es una necesidad. Nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (I Pedro 5:8). Además, es una responsabilidad individual respecto a nuestra salvación. Debemos vivir santas que corresponden a la comunión con un Dios santo. Debemos santificarnos cada día más.

En esta lección aprenderemos algunas formas para crecer en la fe.

  1. Andando en el Espíritu.   
  2. Meditando en la Palabra.
  3. Orando.
  4. Congregándose.

1. Andemos en el Espíritu para crecer en la fe.

El apóstol Pablo nos dice en Colosenses 3: 5: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;” ¿Cómo hacemos morir la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia? Andando en el Espíritu. 

En Gálatas 5: 16-25 encontramos una comparación entre los que viven no conforme al Espíritu y los que viven conforme al Espíritu, y un desafío al final. 

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
 (Gálatas 5: 16-25)

II Tesalonicenses 2: 13 nos dice que Dios nos escogió para salvación y que somos santificados por el Espíritu: “13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,

Ahora bien, ¿Podemos los cristianos caer en pecado o es absolutamente imposible?  

I Juan 2: 1, 2 nos dice:
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Si siendo cristianos cometemos pecado, debemos reconocer ese pecado, y pedir y recibir el perdón de Dios, apartarnos de ese pecado, y seguir caminando en la vida cristiana, seguir andando en el Espíritu. Eso es crecer en la fe. En Romanos 8: 1 leemos: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” 

Crecemos en la fe andando en el Espíritu.  

2. Meditemos en la Palabra para crecer en la fe.

Además de ser santificados por la obra del Espíritu, somos santificados por la Palabra. Nuestro Señor Jesús, le pide al Padre en Juan 17: 17: “17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Nuestro Señor Jesús nos dice que las palabras que él nos ha dado son espíritu y son vida (Juan 6:63). Debemos alimentar nuestra vida espiritual con su Palabra, y así crecer en la fe. Ella es nuestro alimento, y para poder alimentarnos debemos leerla, meditarla, repetirla. “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” (Josué 1:8). La Biblia es muy clara en que “(…) la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17).

Además, el apóstol Pablo nos motiva a renovar nuestro entendimiento. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2) 

¿Cómo podemos renovar nuestro entendimiento?

7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;
Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos;
En guardarlos hay grande galardón.
 (Salmo 19: 7-11).

Otro aspecto importantísimo a considerar, es que la palabra del Señor, nos es recordada por el Espíritu Santo. Juan 14:26 dice: “26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Para que él nos recuerde lo que Jesús nos ha dicho, es porque ya lo tenemos en el corazón.

Además de que somos santificados por la Palabra, por ella renovamos nuestro entendimiento, y el Espíritu nos la recuerda, otro aspecto a considerar es el uso que le damos a la Escritura. No sólo debemos hablarla, repetirla, compartirla, sino también debemos usarla para resistir al enemigo. Veamos el ejemplo de Jesús.

Estando en el desierto, antes de empezar su ministerio, dice la Escritura:
3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. 11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
 (Mateo 4:3-11)

3. Oremos para crecer en la fe.

Crecer en la fe es posible con la oración, y para aprender respecto a la oración, Jesús es nuestro modelo. Dice la Escritura que “23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.” (Mateo 14:23).
También, “35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.” (Marcos 1:35)
Nuestro Señor, siendo el Hijo unigénito de Dios, tenía la necesidad de orar. ¿Cómo nosotros no la vamos a tener? 

Al enseñar respecto a la oración, Jesús nos dijo: 

5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.     
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
 (Mateo 6: 5-8)

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. (Mateo 6: 9-13)

En esta oración, podemos observar algunos elementos: 

1. Al orar, reconocemos quién es nuestro Padre y dónde está. No es solamente mencionarlo como quien recibe nuestras oraciones, sino que tenemos comunión con el Dios que está en los cielos, quien es nuestro Padre. Reconocemos su señorío y soberanía, y reconocemos nuestra comunión con Él al llamarlo “Padre nuestro”. También le adoramos, al decirle que su Nombre sea santificado. Ese Nombre que no debe ser usado en vano, pero sí para bendecir a su pueblo. Santificado sea su nombre. 

2. Al orar, pedimos que venga su reino y que se haga su voluntad. Él es el rey que está sentado en su trono, que gobierna sobre todos, y pedimos que su reino venga y su voluntad se haga. Nos rendimos a su voluntad, a esa voluntad que es buena, agradable y perfecta, a esa voluntad que es nuestra santificación, a esa voluntad que Jesús vino a cumplir. Que esa voluntad sea hecha, a como se hace en los cielos, se haga también en la tierra. Nos alineamos a él y no tratamos de que él se alinee a nosotros. 

3. Reconocemos nuestra temporalidad y nuestra dependencia de él para suplir nuestras necesidades. El apóstol Pablo nos dice que “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6) Y en esta oración, Jesús nos enseña a pedir que el pan nuestro de cada día, Dios nos lo dé hoy. La temporalidad nuestra se hace presente en esta oración. Somos seres de día a día, que necesitan de alimento diario, y pedimos que en el presente, en el hoy, Dios nos dé ese alimento diario. Somos temporales, y Dios lo sabe, ¿lo recordamos nosotros? Tenemos necesidades temporales, como el pan de cada día. Dios lo sabe, ¿lo recordamos nosotros también? Reconocemos nuestra dependencia diaria de él al pedir hoy, el pan nuestro de cada día. 

4. Reconocemos nuestra necesidad de mantenernos en comunión con él y con los semejantes a través del perdón. A como nosotros perdonamos, así esperamos ser perdonados por nuestro Dios. Humillamos nuestras almas, reconociendo nuestras deudas, y pidiendo perdón por ellas. No las justificamos detrás de buenas intenciones, sino que reconocemos el mal proceder (aunque haya sido con buenas intenciones), y pedimos perdón. Y ser perdonados, está condicionado a perdonar a los demás, según Mateo 6: 14,15: “14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” En otras palabras, nuestro Señor nos enseña a vivir en paz, con Dios y con nuestros semejantes, al pedir y dar perdón. 

5. Reconocemos el peligro espiritual y le pedimos que no nos deje caer en la tentación, sino que nos libre del mal. Nosotros no buscamos la tentación, ni buscamos el mal. Y nos alineamos con Jesús en pedirle a nuestro Padre que nos libre del mal. Nuestro Señor Jesús nos enseña a ver a nuestro Padre como uno que libra. Antes de que el mal nos afecte, pedimos a Dios que actúe librándonos del mismo. Pudo haber sido, pero no lo fue, porque él nos libró del mal.

6. Terminamos reconociendo Su poder y señorío sobre todo lo que existe y en todo tiempo. No es un Dios que no tenga los recursos o los medios para responder a nuestras peticiones. Al contrario. Suyos son el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 

Respecto a la oración en general, hay otras consideraciones importantes: 

  • Nos acercamos a Dios con fe. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11: 6) Orar no es asunto de rituales religiosos. Es asunto de fe. Nos acercamos a un Dios que creemos que está ahí oyendo nuestras oraciones, y que recompensa a los que lo buscan.
  • Nos despojamos de todo peso.
    1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12: 1,2)
    Es común que corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, llevando pesos innecesarios. A veces estos pesos innecesarios son preocupaciones, afanes, angustias, temores, culpas, mentiras, reproches. Podemos despojarnos de estos pesos innecesarios a través de la oración, y una vida disciplinada respecto a nuestros pensamientos. El apóstol Pablo nos dice en Filipenses 4: 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Debemos juzgar nuestros pensamientos según este pasaje, y si nuestros pensamientos no cumplen estos lineamientos, los llevamos a Cristo. En II Corintios 10: 3-5, el apóstol Pablo nos dice que:
    Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
    Entonces, cuando un pensamiento no es verdadero, no es honesto, no es justo, no es puro, no es amable, no es de buen nombre, no es digno de alabanza, lo llevamos a Cristo y se lo entregamos. Si hay algo que debemos solucionar, lo solucionamos, sino, no le damos espacio para que permanezca en nuestra mente. De esta forma, nos despojamos constantemente de pesos como preocupaciones, afanes, angustias, temores, culpas, mentiras, reproches, y corremos “1(…) con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, (…).” (Hebreos 12: 1,2).
  • Oramos por los santos. Oramos por todos, pero especialmente por aquellos que igual que nosotros, son hijos de Dios, y que necesitan crecer en la fe. Efesios 6: 18 nos dice: “18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;” Nos alineamos al Señor Jesús, quien murió, resucitó, y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros, según Romanos 8:32, y así como él oró por sus discípulos según Juan 17, oramos por sus santos también. Tomamos las palabras de la oración enseñada por Jesús, y pedimos que los santos siempre recuerden su relación de armonía con el Dios verdadero. El apóstol Pablo oraba sin cesar por los efesios. Él dice en Efesios 1: 16-19:
    16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,
    Oramos por los santos para que crezcan en conocer quién es Dios, y sepan que tienen armonía con Dios a tal punto que pueden llamarlo Padre. Oramos también para que el nombre del Padre sea santificado, “10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,” (Efesios 3:10). Oramos también para que los santos hagan la voluntad de Dios. Esa voluntad de Dios que es hecha en el cielo, se haga en la tierra. Jesús nos dijo que:
    21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7: 21-23).
    Oramos para que los santos  hagan la voluntad de Dios. Además, también oramos para que sus necesidades diarias sean satisfechas, para que no tengan afanes ya que sus peticiones son presentadas delante de Dios con acción de gracias. Oramos para que sean guardados de rencores y de falta de perdón, y que sean humildes para pedir perdón y perdonar a quiénes les ofenden. Oramos para que sean librados del mal. Para que de todas las formas posibles, nuestros hermanos y hermanas eviten el mal, y de todas las formas posibles sean guardados por Dios del mal. Oramos para que su fe no falte, porque el Dios de ellos y nuestro, nuestro Padre, está por sobre todo lo creado, porque suyos son el reino, el poder, y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén. Es importantísimo orar por los santos. Ellos y nosotros somos hermanos, hijos de un mismo Dios. 
  • Nuestro Señor Jesús nos motivó a pedir. “23 (…) De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (Juan 16: 23,24). ¿Cómo debemos pedir?
    26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8: 26,27)
  • Tenemos la promesa de que él nos responderá: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3).
    14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4: 14-16)

4. Congreguémonos para crecer en la fe.

El Señor Jesús nos dijo que “20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18: 20). Además, cuando preguntó a sus discípulos quién decían ellos que era él, y ante la respuesta de Pedro, le contestó: “18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18). Y al finalizar el evangelio según San Mateo, le da la orden a sus discípulos de hacer más discípulos, en Mateo 28: 18-20:
18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Estuvo en el corazón del Señor Jesús estar donde estén dos o tres congregados en su nombre, edificar su Iglesia, y que esta creciera. Es su Iglesia. Él es su Salvador, él la amó y se entregó a sí mismo por ella, y la sustenta, y la cuida, según Efesios 5: 23-29.

Hay diferentes figuras con las que se representa la Iglesia. Una de ellas es la del cuerpo de Cristo, donde Cristo es “19 (…) la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.” (Colosenses 2: 19). Crecer en la fe es posible congregándonos.

Además, como cuerpo de Cristo, todos somos miembros los unos de los otros.
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.   
14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 20 Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. 21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; 23 y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. 24 Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. 26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. 
27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
” (I Corintios 12: 12-27)

Otra figura usada para representar a la iglesia es la de la novia de Cristo. Dice en Apocalipsis 19: 5-9: “Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.” En Efesios 5, Pablo hace una analogía entre el matrimonio, y Cristo y la Iglesia. El apóstol nos dice: “25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5: 25-27).

Cuando nos congregamos como comunidad de fe, reflexionamos en la Palabra del Señor, le adoramos, presentamos delante de él nuestros diezmos y ofrendas, damos testimonio de su obra en nosotros y somos edificados. Así crecemos en la fe.  

Además, nos consideramos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, (Hebreos 10: 24), y buscamos mantenernos en comunión con Dios y entre unos y otros. Gálatas 6: 1, 2 nos enseña a cumplir la ley de Cristo. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” ¿Cuál es esa ley? “34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13: 34,35)

Para terminar, 

El Señor se fue a preparar un lugar para nosotros. Así se lo dijo a sus discípulos:
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan 14: 1-3).
Mientras el Señor viene por nosotros, o nos llama a su presencia, “23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” (Hebreos 10: 23) Además, “39 (…) nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” (Hebreos 10: 39).

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